El rape





 Y no, no me refiero al pescado, ¡ojalá! Me refiero al pelao de cabezas infantiles al por mayor, sin criterio, y a lo loco. Algo que como madre aún no había experimentado por partida doble y que me va a costar la salud y una pasta en psicólogos, porque el sofocón que arrastro desde entonces no es ni medio normal.


La cosa era que hacía tiempo ya que las pelucas de mis niños pedían a gritos un buen repaso. El mayor tiene un pelo grueso y con cuerpo: esto unido al suplicio que supone llevar a la peluquería a una lagartija en modo llorón, digo a mi hijo, hace que la rapadora utilizada por el padre fuera una opción a tener en cuenta. Total, por más escaleras que le hiciese el papá serían las mismas que haría el sufrido peluquero, solo que éste cobra y encima me tendría que disculpar con él. Así que a rapar al Moreno ya estaba acostumbrada. Los primeros días parece un niño de la guerra pero enseguida le crece. Y como además guapo es un rato (y yo una madre objetiva) lo aguanta todo, la criatura. 


Pero el Rubio no, él tiene un pelito lacio y fino que no está hecho para rapados, sino que su destino son las caídas lánguidas y los flequillos largos y como descuidados, con mechones colocaditos con arte, tapando frente y descubriendo ojazos. Esto del flequillo colocao ocurre un día cada nosecuántos; los demás o está muy largo, y no ve un pito y parece un beatle o está muy corto, porque no le vas a estar metiendo tijera día sí, día no y el día que lo despejas le queda a tazón. Los pelos lacios es lo que tienen, son muy complicaos.


 Un coñacito de pelo vaya, porque del casquete tipo
Mi Rubio antes del rape
beatle habitual ya íbamos camino de esto, que iba el nene todo digno siempre, más que nada para no empotrarse. Nos estábamos pasando un pelín, unos cuántos más bien, que sólo nos faltaba plantarle un kikito como si fuese un yorkshire. Lo cierto es que la experiencia anterior con la peluquería no dejó ganas de repetir, pues el corte tipo tazón del flequillo le daba un aire a lo Jim Carrey en Dos tontos muy tontos, ¡con lo listo que es mi niño! Y no crece lo suficientemente rápido como para disimular el "tazonazo" durante un mes, lo menos. Así que puestos a cagarla pues en casa, que sale gratis. Ay señor, qué error....


 Si el padre no quería, todo hay que decir. Insistía yo porque los nenes estaban feotes y sudaos con tanta peluca en la cabeza, bien entendido que imaginaba un rape comedido y degradado, respetando flequillos y demás, sobre todo en mi Rubio. Pero cuando falla la comunicación en la pareja ocurren estas cosas, o será que cuando un hombre empuña una herramienta y se mete en faena lo hace a conciencia, que ir p'a na es tontería...y vaya si fueron...


Quítenle 14 años, pónganle un chupete, y tenemos al Rubio
Cuando los vi casi me da un soponcio. Tuve que mirarlos varias veces, con mucho cuidado y poquito a poquito, para volver a cogerles cariño, criaturas. Sobre todo a mi chiqui...que ya no parecía mi chiqui sino un pandillero juvenil. Porque el mayor parlotea, y sonríe mucho, que eso siempre dulcifica... y al ratito ya lo reconoces, y olvidas que una vez tuvo pelito sobre la frente y orejas más pequeñas. Pero es que el peque es mucho peque: ceño fruncido, palabras las justas, y sonrisas porque sí, ni una. Ha mejorado mucho desde sus tiempos de umpalumpita pero quien tuvo, retuvo. Encima nos íbamos de visita a casa del abuelo. Un festivo, tocaba comida familiar con paseo por Baiona, localidad preciosa pero megaturística y pijeril. En pleno Agosto, ojo al dato. Así es que hasta yo, que soy bastante dejada, quería un día de esos de endomingarse todos y presumir de rorros guapos. Ni que decir tiene que me quedé con las ganas, desde luego. Al final no me arreglé yo tampoco, ¡total! Supongo que en mi desolación pensé que así al menos iríamos conjuntados. Desastrosos todos, pero conjuntados.

 Entro en el coche y me sobresalto al ver por el retrovisor a dos macarras a los que me faltó poco para pedirles que se apeasen, que tenían que subir mis hijos. ¡Pero coño! ¡si son ellos! Qué lastimica por favor...Y qué disgusto, llamadme mema pero sí...Yo creo que por eso acabé con dolor de cabeza, como siempre. Menos mal que nos esperaban el cariño y la objetividad averiada de nuestros anfitriones (...¡qué lindos!-decían) y las vistas impresionantes desde el Parador de Baiona, donde tuvimos los santos webs de plantarnos con semejante pinta, rodeados de glamour nivel infinito y más allá, con un par. 



 Claro que al rato eso era lo de menos. La belleza del castillo y los jardines, el día espléndido, la terraza del parador a la sombra y con las vistas al mar, y el buen hacer de las drogas que aplacaron mi jaqueca hicieron que reconociese ¡por fin! a mis niños, en esos cachorros de Esparta que practicaban una agogé nivel guardería, en los jardines de la fortaleza... o más bien una especie de lucha grecorromana al clásico estilo hermanos. Finalmente, con los churretes de sudor y tierra corriéndoles por la cara, más los lamparones de helado en las camisetas, lo del rapao fue el menor de los fallos del look. Ya casi-casi no me parecía tan terrible, además como dice una amiga "el pelo no es una oreja, vuelve a crecer"...¡menos mal! (esto ya de mi cosecha).

 Y ya para terminar, si no habeis ido, o sois como yo de los que vais a Baiona pero no subís al Parador, y teneis ocasión: hacedlo, merece la pena. Iba a poneros unas cutrefotos hechas por mi pero mejor os dejo esta hermosura, entre las miles de fotos de la fortaleza y de las vistas al mar y a las Cíes que pululan por internet. Si encima sois millonetis pues oye, ¡a reservar alojamiento!, porque estoy segura de que lo vale.





 

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