Un país de infantas




 Somos un país de infantas. Esta claro. Cuando conviene somos la leche, y cuando conviene somos panolis. Con el viento a favor vamos subidos al carro como el que más: cuando pintan bastos no sabemos/no contestamos. Como la infanta, igualico.



 Un cliente con más de mil euros de descubierto llama molesto porque se le devolvió un recibo sin su consentimiento. El descubierto no le constaba, la devolución sí. El mismo día llamó. Indignado.

 En una aseguradora un jefe brama en presencia de otros mandamases por los malos resultados en "X", olvidando que hace dos meses ordenaba hacer otras tareas prioritarias dejando "X" de lado. Dicha instrucción no le consta. (Nadie se la recuerda tampoco, siempre puede decir que el mensaje se malinterpretó).

 Un churumbel está metido en clases de logopedia porque habla fatal, según nos informaban desde el cole (y observábamos nosotros), instándonos a ponerle remedio. Ahora va fenomenal gracias al colegio, que le vino muy bien. Las dos clases semanales de logopeda tampoco constan.

 Una sociedad indignada con la desfachatez de una infanta que afirmó no enterarse de nada y no leer lo que firmaba para eludir la cárcel, se lanza en masa a reclamar escrituras hipotecarias arguyendo que firmaron sin leer, y que previamente negociaron las condiciones sin enterarse. Todos, hipotecados con claúsulas opacas (las condenadas judicialmente) y con claúsulas cristalinas. No les constaban, y punto. Curioso.

 Trasteo en la cocina y escucho vocear a mi santo desde el sofá de la sala llamándome para nosequé. Y como estoy cansada y de un humor regulín no contesto, y mucho menos voy. Me encamino hacia el dormitorio que es adonde quiero ir, haciendo oídos sordos lo confieso. Al tiempo que preparo un argumento al estilo infanta para defender mi sordera selectiva

 -¿Me llamaste? ...no me consta.

 

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