Criar hijos: ¿un deporte de riesgo?

  

 Llevo un tiempo pelín desaparecida porque atravieso una etapa de cansancio crónico, no sé yo... será la famosa astenia primaveral. Confieso que en los escasos ratos de descanso, la "hora feliz" paternal que transcurre entre que acuestas a tus hijos y te empiltras tú mismo, mi ánimo se inclinaba hacía el ebook o las series de HBO en vena, más que por el blog. Pero acontecimientos recientes hacen que necesite volver a la tecla, para exorcizar mis miedos más terribles, o intentarlo al menos.



 En todos estos días han pasado muchas cosas dignas de ser contadas, algunas muy buenas: comenzaré Junio con un mejor horario laboral, mis rorros han sido admitidos en el colegio que tenemos al lado de casa y por fin he retomado mis visitas al dentista, en suspenso desde septiembre pasado (y eso que tenía pendiente de hacerme en la boca la obra del Escorial, como ya conté aquí). Pero también ocurrieron hechos horribles, aquí al lado, con criaturas de la edad de los míos y lo cierto es que me causan mucho desasosiego.

 Hace pocos días un pequeño de apenas 21 meses se precipitó muro abajo desde el paseo de la playa que tenemos frente a casa. Cayó desde una altura de unos dos metros y medio sobre una superficie de piedra, ocasionándole un traumatismo en la cabeza del que, afortunadamente, se recuperó. Podeis leer la noticia aquí 

 Lo último que supe por la prensa, con enorme alivio por mi parte, es que salía de la UCI y evolucionaba bien. Pero no se me va de la cabeza la imagen de una mujer sentada al pie de la ambulancia con la cabeza entre las manos, en medio de un gentío monumental porque el accidente ocurrió como digo en pleno paseo marítimo, un domingo a las doce del mediodía. Supongo que se trataba de algún familiar o de la doctora que paseaba por el lugar del accidente y atendió al pequeño en un primer momento.
  
 Bajaba a comprar el pan cuando lo vi, pero en ese momento los traunseúntes no sabíamos lo que había ocurrido. Me enteré después y se me encogió el estómago: mis niños corretean a lo loco por ese paseo desde hace meses. Pero  sobre todo porque desde la primera vez que vi la barandilla del paseo tuve la espantosa imagen de mis niños colándose por ella. Porque sí, el paseo dichoso tiene barandilla, pero con un hueco en su base más que suficiente para que un chiquillo se cuele y se caiga. En la foto de la noticia que os enlacé más arriba podeis ver a qué me refiero.Y la pesadilla se hizo realidad, en otra criaturita. En otros padres.

 Días después leía que el ayuntamiento no se planteaba modificar la barandilla porque afectaría al conjunto estético del paseo o algo parecido. Porque entre la seguridad de los niños y que el paseo quede bonito está claro lo que debe primar, ¡faltaría plus! Leía también comentarios publicados en la prensa asturiana por algunos lectores, sobre que cuando se trata de niños no se les puede "quitar un ojo de encima" y hay que "vigilarlos constantemente". Y es que me enciendo de verdad, porque hay que ser tarugo, y desde el cariño lo digo eh?...pero sí. Tarugo. Y mentecato. Por que la estética es secundaria. Porque no es posible vigilarlos en todo momento. No lo es señores comentaristas, siento pincharles el globo.



 Que los accidentes son imprevisibles, estamos de acuerdo, pero este era evitable. Será que las madres vamos con el "radar de peligros" a cuestas, pero la barandilla de marras me dió yuyu desde el minuto uno, y de verdad que no soy especialmente "preocupona" con los nenes. Pero mirad la foto que encabeza el post y pensad en dos nenes de 3 y 2 años jugando por el paseo. O en la criatura que finalmente se accidentó.

 Lo cierto es que no es fácil caer del muro, pero es factible y en mi opinión debemos tomar todas las medidas necesarias para evitar accidentes. Hoy día no se podría instalar una barandilla así, confesaba una concejala del ayuntamiento en la prensa. Pues cambiémosla, nadie dice que sea ilegal, pero está claro que no es segura. Cambiémosla, insisto. Hagamos más seguro el paseo. Porque vigilar constantemente a los niños es imposible. Sí. Imposible. Luego si quieren me flagelo con un cilicio por decir esto y no paro hasta que me salga sangre, pero lo es. Imposible. Del todo. Puedes no quitarles ojo una tarde entera. Un día entero. Una semana, un mes...pero no una vida entera. Si eres tú sola vigilando a dos yaaaa...ni te cuento. Así que los vigilaremos, no les quitaremos ojo de encima pero cambiemos la barandilla plis, y a la estética del paseo que le vayan dando incluso puede favorecerle, el cambio digo...

  De todos modos, si ya era fan del parque de Isabel la Católica ahora lo soy más. Vale la pena coger el autobús y acercarse hasta allí. Con todo también tiene sus riesgos, es tan grande que vigilar a los dos cachorros a un tiempo es complicado. He desarrollado el sistema de vigilancia "modo camaleón" consistente en girar cada dos por tres la cabeza, a falta de poder mirar con un ojo para cada lado. Unido al universalmente conocido "modo suricato" minimiza los riesgos. A pesar de ello, sufrí en mis carnes la mala experiencia de perder de vista a uno de los churumbeles durante unos angustiosos minutos. Como todos los que habeis pasado por ello sabeis, se trata de una experiencia que no le deseo a nadie. Y no, no estaba guasapeando ni de "cháchara" con otra madre irresponsable: estaba levantando del suelo a un cachorro. Un minuto tardé en llegar hasta él, sacudirle la arena y comprobar que no había daños. Me giro para ver al otro y no está. Un minuto, es todo lo que hace falta.


¡Hala! ¡Lapidadme!

 También podría picarles un pavo real de los que deambulan libres (ya ocurrió), o caerse al lago. Es imposible evitar todos los males que les acechan, lo sé. Pero ello no es excusa para dejar de intentarlo. La estética no es excusa. Que los padres debemos vigilarlos no es excusa: la prevención de accidentes debería ser prioritaria. Es lo mejor para los corazones maternos infartables, mejor aún que el deporte o limitar el colesterol, creedme.

 El otro hecho preocupante ocurrido esta semana es por desgracia mucho más terrible aún: falleció una pequeña de dos años en Siero, un ayuntamiento cercano a Oviedo, víctima de la meningitis. La enfermedad se la llevó de forma fulminante. Otro chaval, también en Oviedo, está enfermo aunque afortunadamente fuera de peligro. Mis niños aún no tienen la vacuna de la cepa B, la famosa Bexsero, esa que nuevamente lleva meses desaparecida de las farmacias. Leo que al parecer estos casos corresponden a la cepa C, de la que sí están vacunados mis nenes, pero mi nudo en el estómago continúa. Desde que fuí madre no soporto las noticias así, no puedo con ellas. Todo lo horrendo que pasa en el mundo a nenes como los míos, a familias como las mías...no puedo digerirlo. No lo soporto, vaya, y no sé qué hacer. ¿Cómo protegerlos? ¿No dejándolos jugar en el magnífico paseo de enfrente? ¿No permitiendo que se relacionen con otros niños por lo que puedan pillar? ¿No dejándolos subir a los hinchables? 

 Nadie nos prepara para esto. Con noticias tan terribles, las tardes que inevitablemente pasan mis niños encerrados en casa me parecen la mejor opción. Y por favor no me recordeis que la mayoría de los accidentes, quitando los de tráfico, ocurren en casa. Necesito creer que hay al menos un lugar en el mundo en el que mis hijos están fuera de todo peligro.

 

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