Un bolso de madre...


  En un bolsillo exterior, pequeño y plano, guardas los cromos de los Super Wings con los que un amigo entretuvo un día a tus rorros y que te apropiaste, y un kleenex arrugado, no se sabe bien si limpio o a medio usar. Además llevas también una lámina de minipegatinas que te dieron en el médico hace tiempo, y a la que ya casi no le quedan.
  
 En otro bolsillo, este con cremallera, los auriculares del móvil ¡siempre a mano! y una galletita empaquetada de las que dan en los bares con el café. Las guardas para engatusar a tus retoños cuando pinten bastos (rabietas, volver a casa, bajarse del columpio, soltar un juguete...) lo mismo que los cromos de los Super Wings y que las pegatinas. También guardas aquí cualquier envoltorio hecho un gurruño, resto orgánico (del tipo manzana masticada o intento de merienda que no triunfó) envuelto en un pañuelo, o toallita usada que recalaron allí en ausencia de una papelera cercana. Y que allí se quedarán una laaarga temporada con gran probabilidad.



 En un tercer bolsillo un paquete de pañuelos de papel a medio usar. Este paquete debe estar roto e incluir otro pañuelo arrugado de usabilidad indefinida, si no no es un bolso de madre... Y una minicaja de ceras, las famosas "pinturitas", cortesía del restaurante de El Corte Inglés. Solo por obtenerlas vale la pena comer un día allí con los rorros. Ideales para llevar en el bolso, te cuidaste muy mucho de dejárselas el día entero. Arramplaste con ellas al menor descuido en previsión de su utilidad futura. Como con las galletitas de los bares, como con los cromos... Toda madre lleva un Diógenes interiorizado, está clarísimo.

 En el bolsillo posterior otra galletita empaquetada y un trozo de papel con el teléfono de asistencia del seguro de hogar y del servicio técnico de Zanussi (se escacharró el lavavajillas de Coruña, quelevamosahacer). Y el móvil, que suele viajar aquí. Y con gran probabilidad otro pañuelo de papel arrugado, de currículum indescifrable una vez mas. Y si está francamente para tirar y aún así continúa en el bolso, puntúa doble. 

 Vamos adentro...

 En el compartimento interior van las llaves de casa. En este punto he mejorado mucho: atrás quedaron los tiempos en los que llevaba las llaves de mi casa, las del piso en Asturias y las de casa de mis padres ¡y las usaba todas! Ahora con un solo llavero me apaño, ni siquiera necesito llevar las llaves del coche. Como consecuencia peso doscientos mil kilos menos, ¡aleluya!. Esto en el bolsito interior. En el resto...

Photo by Alessio Lin on Unsplash


 El resto es un sindiós: la cartera, más pañuelos de papel, el cepillo de dientes y la pasta dental, un coche, un dinosaurio y alguna marioneta de dedo, muy socorridas ellas. Mis pastillas, desde luego y también un blister de ibuprofeno y paracetamol, que no falten. Si hay pastillas sueltas acumulando pelusas por el bolso, que las hay siempre, también puntúan doble. Esas no caducan: por un fenómeno paranormal puedes tomártelas sin miedo que nunca pasa nada, aunque lleven años rodando por ahí. Créeme...lo sé. También llevo un cepillo de pelo (una frikada, pero salgo de casa siempre sin peinar, muchas veces con el pelo mojado aún, manías que tiene una) y un pantalón corto y un gallumbo por si acaso, que estamos en plena operación pañal del Rubio. Y las toallitas...

 ¡Las toallitas! esas dan para otro post. Las toallitas son lo más. Valen para limpiarse los zapatos, los cristales de las gafas...para todo. Recuerdo a Costa, el padre de la novia en la peli "Mi gran boda griega", arreglándolo todo a base de limpiacristales. Eso era porque no conocía las toallitas...

 Sigo: dos bolis (dos hijos, remember...), ¡y que escriban además!, un exceso. "Material" de higiene íntima femenina de diversas formas, tamaños y colores excepto el que necesitas en un momento dado, justo ese no, los demás. Y más pañuelos de papel, sueltos o en paquete roto, que así vuelve a puntuar doble. Usados no, esos van en los bolsillos exteriores, a mano para reusar (perdón RAE, ya me flagelo yo)

 Y por último, si es media tarde encontramos además la merienda: dos plátanos, galletas y/o bocatas y una botellita de agua. 

 Fin de la historia.

 PD: dedicado a mi mochila verde, mi mochilita querida. Llegaste a mi al día siguiente del nacimiento de mi primogénito, de la mano de una mamá veterana que claramente sabía lo que me convenía. Deshilachada, deslucida ya y con el forro roto debo decirte adiós y saludar a mi nuevo bolso bandolera...que tiene muchos bolsillos y compartimentos, ¡cómo debe ser!


 

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