¡Mi Rubito empezó el cole!




 Este curso mi chiquilín comenzó el cole. Carne de guardería desde los nueve meses, se podría pensar que el paso al cole de mayores, el cole con mayúsculas, se desarrollaría con naturalidad, sin llantos y sin mayores traumas para el rorro. Se podría pensar...y se acertaría. De pleno. Los únicos traumas, de existir alguno, fueron para su madre.


 Este niño en un caso. Es un Men in Black en el cuerpo de un Teletubbie. Juro que hasta donde yo sé es hijo nuestro y hermano del Moreno (y no, no os riais, que los padres por "reproducción resistida" tenemos documentos donde los demais solo teneis fe...), pero a veces me pregunto de dónde habrá sacado este crío el aplomo.

 Ya en la entrevista previa con su profe apuntaba maneras. Se tiró la hora de conversación jugando con un garaje de coches. Ni una sonrisa, ni un comentario, ni nada: él jugaba. Su centro de atención era el juguete siendo la interacción social de la criatura más bien escasita. Vamos, lo que viene siendo jugar con los coches y a los adultos no hacerles ni caso. A su bola total. La profe preguntaba sobre la personalidad y el grado de madurez del infante mientras yo respondía con la mayor objetividad posible. Recuerdo decir cosas como que era más comunicativo ahora, y que con su hermano jugaba mucho. También que en casa cada vez es más risueño...Y se me ocurre llamarlo, para que se conozcan, hablen...esas cosas:

 -Rubio -levanta la cabecita todo seriote- ven por favor 

...nos mira, y ni caso.

Ven con mamá, cariño- digo lo más dulcemente posible, sonriendo toda yo, mientras sigue mirándonos fijamente sin cambiar un ápice su expresión seria

...y ni caso.

 - Rubio, ven un mom... 

- No- sentencia con calma. Inapelable. Y vuelve a jugar mientras yo, santa, giro el rostro de nuevo hacia la profe insistiendo en que de verdad que el niño es mucho más sociable que antes. Pues cómo sería antes, pensará para sus adentros la buena mujer. 

 Pues un cardo borriquero, habría contestado yo. Pero tierno y comestible a más no poder, justamente por su borderío.

 Llega el primer día de cole e iniciamos el período de adaptación. Reservo vacaciones para el evento y dejo todo listo anticipadamente (sí...a mi también me extrañó). Soy un flan. Recuerdo los llantos del Moreno el año pasado y me preparo mentalmente mientras intento prepararlo también a él. Vamos con tiempo, alegres, haciendo una fiesta de todo porque ir al cole es un jolgorio y es lo más: mandilón nuevo, mochilita nueva, ¡todo guay! Y llega el momento temido, la puerta se abre y entregamos las criaturas a los brazos desconocidos de sus cuidadoras. Y allí, en medio de llantos y miedos, queda mi pequeñín seriecito y quieto sin saber muy bien a qué atenerse. Escondida observo como una mano lo lleva blandamente escaleras arriba tras vencer su negativa inicial a moverse, clavado como estaba en el lugar donde dejamos de vernos, y por fin afloran las lágrimas. Sube serio y despacito, sin mirar a quien lo lleva como si no las tuviera todas consigo y sin llorar... él no.

 Y así transcurren los primeros días, él tranquilo, yo espiando sus movimientos en lugar de aprovechar ese rato de libertad, ¡eso no!, vaya a ser que me acostumbre. Como cualquier madre tarada normal, me dedico a camuflarme entre los postes vigilando los movimientos de mis niños. A veces hasta me tomo un café frente al cole, más lejos no puedo irme, no medaelcuerpo. Mi Rubio sale con la sonrisa pintada en la cara en cuanto me ve pero a la vez entra ligero y con más confianza. Ya sube solo las escaleras, sin esperar por nadie, porque a mi niño lo del aula llena de juguetes como que le interesa. Sabe que es un rato y luego vuelve con mamá. Pero ¡ay!, ¿qué pasará cuando sea la mañana entera? ¿Y cuando sumemos el desayuno y la comida en el comedor escolar? ¿Qué pasará entonces??



 ...Pues que correrá escaleras arriba e irrumpirá en el comedor a lo loco, echándose a los brazos de la encargada que lo sentará en su mesita listo para engullir todo lo que se le ponga por delante: no en vano es el niño que más come del mundo mundial. Un fenómeno paranormal, como lo era en la guarde del año pasado, y en la de Galicia. Un carpanta. Se repite la escena con las cuidadoras del comedor, es un dejà vu: "¡come muchísimo!", "¡come muy bien, y solito!", "¡vaya berridos que pega si se reparten platos y no son para él!"  Y es que en la fila, rodeado de compañeritos a quienes saca una cabeza, mi "pequeñín" parece Gulliver o el gigante verde. Aunque en realidad es de los pequeños de clase pues nació en Diciembre; es uno de los chiquitines entre los chiquitines, que apenas sabe hablar y al que aún se le escapa el pis (...y el pas..). Yo solo constato atónita que está tan feliz que ni me mira. Le doy exactamente igual. Su hermano sin embargo llora y no me suelta, que esa es otra, son el yin y el ñam. Uno agarrado a mis piernas desesperado y otro a carcajadas volando en brazos de la cuidadora y pasando de mi. Ni un besito, ni un abrazo, ni despedirse con la mirada siquiera. En el comedor es la cuidadora quien le da de comer, ergo lo llevo clarinete. Ese día me fui con el estómago revuelto a trabajar, más por mi Morenín que por el Rubio pero a mi Rubio tambieeeeén...ya le vale, coño. ¡Qué soy su madre!
  
 A la salida los dos hermanos esperan sentados juntitos a que los recojan. Aparentemente todo estupendo porque no lloran y sonríen, pero las palabras sentados juntitos, en mis hijos, mosquean un poco. Uno en cada extremo del patio, enredando con cualquier cosa y sin querer marchar ni a tiros sería la señal de la perfecta integración, y eso no ocurre. Pero la alegría con la que van al cole me sirve y me tranquiliza, aunque algo de miedito o desconfianza les corra por dentro. Incluso puede que sea bueno, ir poco a poco enfrentándose al mundo. Por lo demás, la incorporación del Rubio al cole fue tal como os digo, como la seda, y los últimos días antes de reincorporarme disfruto viendo como todo marcha a la perfección. Mi nené, mi pequeño tranquilote e independiente...¿Sabrá defenderse de los minimatones de clase? a juzgar por cómo actúa con su hermano, rotundamente sí. ¿Acaso será él un minimatón?? La inquietud me puede y decido parapetarme de nuevo tras la valla del cole, que solo me falta el sombrero y la gabardina, (y los arrrtículos de koña, ya puestos...) 


Madres disimulando 


   Así que ahora, a un mes vista, estamos la mar de contentos al ver lo bien que fue todo. Las únicas lágrimas fueron las mías. Cole nuevo y esperemos que definitivo, al lado de casa con las inumerables ventajas que tiene eso, y los dos hermanos al mismo centro. La leche. 

  Y sí, estoy mucho mejor, voy tranquila a trabajar y ya no lloro en el bus. La verdad que fue solo al principio, los primeros días, y ahora ya me acostumbré a dejarlos solitos y ni me acuerdo. Teníais razón, ¡gracias por preguntar!

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