¡Felices cenas frikis!

  


 Se comentó mucho estos días la simpática actuación de una de las nenas de San Ildefonso en la Lotería de Navidad de este año. Nada que añadir, ¡ha nacido una estrella!. 

 Y es que la gente convencional es sosa y aburrida y lo que nos gusta de veras son los seres con personalidad propia. Y de eso, en Esta Casa, hubo siempre. Nos empeñamos en parecer normales por un mal entendido convencionalismo social, pero bajo presión siempre sale a relucir nuestro lado friki. ¡Y será por falta de presión en Navidades!...


 Aún recuerdo aquel año en el que por error mis padres tiraron al contenedor una caja entera de cigalas, pensando que era de basura (la caja venía del vivero y era de porexpán, sin etiquetas). O cuando escondieron los juguetes de Reyes en casa de la vecina ... y luego se olvidaron y compraron otros Reyes. O como todos los años bebíamos el cava calentorro porque no cabía todo en la nevera, y según mi madre en la terraza "helaba lo suficiente..." Mi madre...una genia, ¡el alma de cualquier navidad surrealista!.




 Y yo me descubro ahora siguiendo sus pasos. Tanto es así que a puntito estoy de pedirles a los Reyes Magos un cerebro nuevo, que el actual está muy perjudicado, definitivamente. Hice varias hazañas esos días, pero lo del plato de carne se llevó la palma. Para la Nochebuena preparé con todo cuidado unas dos mil albóndigas con su leche, su ajo, su perejil, su pan rallado, su especias, su copita de albariño bueno, su salsita rica...y sin sal. Cero. Nasti de plasti, que diríamos los viejunos. ¡No hay dolor! ...espolvoreo varios kilos de sal por la fuente de albóndigas crudas (con la esperanza de que se "absorba" de alguna forma desconocida aún para la ciencia) y con las mismas las dejo reposar en la nevera. Al día siguiente, concienzuda, sigo al pie de la letra la receta internetera de turno como hacemos todos los que no tenemos ni idea de cocina, y añado un plus de sal a la salsa para "compensar".  Vigilo la olla, el fuego..todo. Todo, excepto a mi santo, que trabajó en diversos hoteles en sus años mozos y se cree Chicote. Un Chicote más tipo "Pesadilla en la Cocina" que "Top Chef", solo que esta vez la pesadilla es él: que si la salsa está aceitosa, que si está saladísima, que si huele a vino que apesta y que si está pidiendo agua. A esas alturas mi espíritu navideño ni estaba, ni se le esperaba. Pero lo mejor fue cuando anunció que las albóndigas se pegaban a la cazuela...

  Y las removió con viril energía...
  ...Y las despegó, ¡vaya que sí!

 Para cuando quise frenarlo las ex-albóndigas campaban libres en plan sopa de carne picada por la salsa de la cazuela. Despegadas todas, eso sí. Y casi todas deshechas, también. Juro que lloré por las dichosas albóndigas. Y mi santo casi-casi, que le costó un viaje a Lourdes ida y vuelta (y de rodillas) hacerse perdonar la desfeita. Realmente el perdón vino cuando apañó unas patatas fritas de acompañamiento y tanto él como los nenes comieron albóndigas y limpiaron los platos. Están riquísimas cariño, de verdad, pruébalas- me dice muy compungido. Y ¡coño!, estaban ricas. Y comimos todos unas cuantas...unas cuantas bastantes. Nos vinimos arriba y de las dos mil albóndigas quedaron para la noche unas pocas esturruñaditas. Un poco más y no dejamos ni una. Los disgustos, que me dan fame.

 Claro que estas aventuras no pasan solo en Esta Casa. Aún recuerdo cierta conversación desternillante mantenida hace años con una clienta de economía modesta, preocupadísima porque sólo tenía 25 euros en la cuenta y no le alcanzaba para las centollas. Y que ¡menos mal! que su sobrina, desde Alemania y convaleciente de un "lictus" (literal) la llamó para preguntarle si las había comprado. Y allí se me planta en la sucursal, feliz por haberse acordado a tiempo, dispuesta a que le solucionásemos la papeleta. Porque como muy bien decía la buena mujer, "¡ya me dirás tú qué centollas puedo comprar por ese dinero!" Y yo allí,  atónita, pensando en mi cenita especial con solomillo de cerdo, ¡todo un exceso! Y buscando rápido soluciones creativas. Sugerí pedirle a la del "lictus" una transferencia, visto que la cabeza por fortuna le funcionaba mejor que a mi clienta, a pesar de sus males. También se me pasó fugazmente por el magín proponer un arroz con pollo ¡pero no!...hay que morderse la lengua y reirse para dentro, ¡Qué lastima por favor! ¡La de diálogos cómicos que se está perdiendo la Humanidad!




 Así que si pensais que las extravagancias solo pasan en vuestras casas estais muy equivocados. Y es fantástico que sea así. No me imagino en una familia estupendísima donde todo está medido y sale perfecto. ¡Menudo aburrimiento!. Mucho mejor una familia feliz y ruidosa, donde la alegría por los litros de alcohol estar juntos sea enorme, y donde conseguir que no se tuerza nada del menú navideño, pensado con tantísimo cariño, ¡sea misión imposible!. ¡Chin chin!
  

 

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